SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

Consideración de las dos experiencias reales (comunismo ruso y socialdemocracia), como meros ensayos en el camino del socialismo

 

Como hemos visto ya, el Estado, no es otra cosa que el conjunto de instituciones –organismos, aparatos- que montan y financian los dirigentes de la producción para facilitar y asegurar su reproducción ordenada.

La producción se puso en Rusia bajo el control de los dirigentes del partido comunista, y bajo el control de esos dirigentes ha permanecido hasta el final. Eso ha sido así porque de ello se han encargado, los cuerpos de seguridad, el ejército, el gobierno, la administración, instituciones todas ellas, creadas controladas y pagadas por los dirigentes de la producción (los del partido).

Los obreros, al final se han preguntado, cuál era su papel en toda esa experiencia. No hacia falta que nadie les contestara: han hecho de obreros, era su papel. Si al menos cobraran, al final, unos salarios como los de los obreros suecos. Estos no han hecho ninguna revolución, y cobran salarios diez veces mayores que los suyos. Aunque también es verdad, que siguen siendo obreros, como los obreros rusos, de antes, y de ahora.

El Estado no es protagonista de nada. El Estado no va a hacer ninguna revolución. El Estado no va a cambiar la condición de los obreros. El Estado lo crea la producción para poder reproducirse. Quien organice la producción, organiza el Estado.

Hay que recordar que hablar de producción es hablar de trabajo. De manera que ordenar la producción, es ordenar el trabajo.

Hay que recordar, así mismo, que, excepto los elementos de la propia naturaleza, todas las condiciones materiales del trabajo, son a su vez producto del trabajo.

En consecuencia, si el Estado no es más que el conjunto de las instituciones controladas y financiadas por quien dirige la producción (para reproducirla), y la producción la controla quien dirige y manda en el trabajo (vivo y muerto –las condiciones materiales necesarias para poder realizarlo las hemos llamado en otro momento trabajo muerto o trabajo dormido-), debe quedar bastante claro que, lo que llamamos ordenar la sociedad, no es otra cosa que ordenar el trabajo.

¿Quién ha ordenado, desde la antigüedad, las sociedades que conocemos? Faraones, Emperadores, Caudillos guerreros, Jefes de las Iglesias. Ninguno de ellos admitiría que lo que ordenaba era una forma concreta de prestar su actividad los trabajadores. Esta función real viene velada, disimulada, por una serie de funciones aparentes, que impiden que sea apreciada directamente.

Ese conjunto de funciones, con sus aparatos correspondientes (las personas y los medios que las llevan a cabo), forman el Estado. Cada tipo de Estado necesita unas instituciones y unos aparatos para cumplir esta tarea de organización del trabajo, dado que se trata de reproducir ese tipo concreto de organización.

El movimiento obrero europeo, y concretamente el socialista, ha sido el más interesado en cultivar esa idea: el trabajo material, y su forma de prestarse, está en el fondo de toda la ordenación social de nuestras sociedades. Desvelar una a una las capas engañosas (cultura, costumbres, leyes, instituciones, religiones) que lo ocultan, ha sido, y es, una de sus principales tareas. Pero hay otra más importante aún: recomponer esa ordenación, de forma que quien trabaja, sea quien ordene las formas de prestar su trabajo. 

La pretensión del sistema capitalista es la de ordenar el trabajo de los obreros y el de todos los trabajadores. Su título es la propiedad de las condiciones materiales del trabajo. Esto le da pié para, además, apropiarse de los frutos del trabajo, y pasar a dominar la dirección técnica de los procesos de trabajo.

Frente a esta pretensión, el movimiento obrero socialista ha concretado dos respuestas. Una, la socialdemocracia; otra, el comunismo ruso.

La socialdemocracia ofrece a los obreros su apoyo y defensa desde las posiciones que consigue en las instituciones que constituyen el Estado de los capitalistas (gobierno, parlamento, administraciones). En nuestros días es la cara más visible del movimiento obrero europeo, junto a sus correspondientes sindicatos. Partidos socialistas y los sindicatos de esta tendencia son hoy día el contrapeso más importante en Europa a las organizaciones capitalistas.

La otra respuesta ha sido el comunismo ruso. La propuesta ha consistido en: suprimir los capitalistas, poner en manos del gobierno (del partido) la propiedad de todos los medios materiales de trabajo, así como su dirección técnica. Su ordenación del trabajo se concretó en ampliar la escala de las unidades productivas, para lo cual impuso la agrupación en unidades (empresas) de mayor tamaño (colectivizaciones), así como la sujeción de todas ellas al cumplimiento de unos planes que redactaba el gobierno.

Una y otra, comunismo ruso y socialdemocracia, no son sino experiencias, ensayos, en el camino hacia el comunismo.

Esto será así, si entendemos el comunismo como el camino hacia el control de su trabajo por parte de los obreros y demás trabajadores. Y si entendemos, asimismo, que todos los ensayos son provisionales, que todos los procesos son reversibles (todos los caminos tienen ida y vuelta), y que el camino hacia el comunismo no está señalado por ningún dios de la historia de la humanidad como una obligación que ésta debe cumplir.

Visto así (que casi nunca ha sido visto así), las experiencias pasadas, las actualmente existentes, y las que se pueden emprender, no serán sino hechos revisables, discutibles, y en su caso, desechables.

El caso del comunismo ruso es un ejemplo de esto último. Lo han desechado los propios trabajadores rusos. Sin embargo, treinta, veinte años antes, esto no estaba en el propio proyecto, y no se pudo, ni corregir ni desechar (al que lo intentara, lo eliminaban).

La socialdemocracia, se puede decir que, hoy en Europa, es la cara del socialismo obrero y de los demás trabajadores. En los partidos socialistas europeos encuentran los trabajadores su mejor defensa y la protección de sus derechos.

Esto no debía impedir que, desde el comunismo y desde el propio socialismo, se pueda dejar constancia de síntomas y situaciones que deberían, o mejor, que podrían, servir de motivo para revisar, en el sentido de volver a mirar, la teoría que fundamenta el proyecto y el funcionamiento de proyecto mismo.

Que buen número de obreros señale como representantes suyos en las instituciones a los delegados del capital, no figura en el proyecto socialista. Y como es un hecho que se produce en la realidad, puede significar que el proyecto está desdibujado, y se podría señalar algún punto en que ese proyecto está necesitado de alguna aclaración.

Por ejemplo, mientras que en el comunismo ruso el partido fue el señalado para ser el protagonista en la dirección de la producción y en la dirección de todas las instituciones, para desde esta posición llevar a cabo un proyecto; en la socialdemocracia, tanto los partidos socialistas como los sindicatos, no tienen papel alguno directo en la ordenación de la producción, y sí solamente un papel de vigilantes para que no opere fuera de sus límites el proyecto de producción capitalista.

En un caso, el partido sustituyó a los obreros en la tarea de ir tomando en sus manos la dirección y control de la producción; y en el otro, es que no hay nada previsto sobre ello en el propio proyecto.

Nada tiene de extraño que en el primer caso, el comunismo ruso, los obreros acabaran perdiendo el interés por un partido que lo que hacía era sustituirlos en las tareas que se suponía, en el propio proyecto, que les correspondían.

Tampoco extraña que, en el caso de la socialdemocracia, los obreros alternen su apoyo para representarles en las instituciones, votando unas veces al partido socialista y otras a los partidos del capital.

El caso más llamativo, ya lo hemos señalado, es el de los obreros norteamericanos. Siempre votan a los partidos del capital. Es el mejor proyecto que se les ofrece.

Todo ello puede ser resultado de una mala, o defectuosa, transmisión del mensaje, o también de un mensaje, un proyecto, no creíble, no realizable

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